Arte Política y Sociedad/Artepolis o la ciudad del arte para todos/Rubén Liggera
El proceso político inaugurado en el 2003 está dando sus frutos. Argentina se encuentra en un período político cultural novedoso, pocas veces visto en los últimos cincuenta años, a partir de la recuperación económica, la restauración social y el sostén de políticas culturales abarcativas.
Por Rubén A. Liggera*
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración:Rep
Los procesos culturales no se dan de un día para otro, así tan de repente, por el genio de algún dirigente iluminado. Muy por el contrario, suelen ser lentos procesos de formulaciones y búsquedas simultáneas por parte de distintos actores individuales o colectivos que eclosionan en una época propiciatoria.
Esas condiciones podríamos resumirlas en cierta conformidad con el presente en que se vive, bastante optimismo con respecto al futuro, crítica revisión del pasado; reafirmación de la identidad cultural, autoestima en ascenso y dignificación del trabajo de científicos, investigadores, artistas e intelectuales.
El proceso político inaugurado por el Presidente Kirchner en el 2003 y continuado por su esposa Cristina Fernández, está dando sus frutos. Nuestra Argentina se encuentra en un período político cultural novedoso, pocas veces visto en los últimos cincuenta años a partir de la recuperación económica, la restauración social y el sostén de políticas culturales abarcativas.
Una política popular neo desarrollista, inclusiva y con justicia social resulta el marco ideal para un reverdecimiento de la cultura propia. Y cuando hablamos de cultura hablamos de modos de producción y consumo, de la inserción en el mundo, de relaciones sociales respetuosas de la diversidad, cierta “manera de ser”. Una noción mucho más amplia que el concepto burgués renacentista de “alta cultura” o elaborada cultura “superior”, que se circunscribe solamente a las “bellas artes”.
Por eso mismo, se trata de ampliación de ciudadanía. Es decir que además del justo y equitativo reparto de los bienes materiales estamos inmersos en un proceso distributivo de bienes simbólicos y culturales.
Jorge Coscia expresa esta idea con justeza cuando afirma:”No se puede ni se debe embellecer la injusticia”.
Abrazamos esta idea con fervor de militantes desde el campo de la cultura. Artistas e intelectuales, además de creadores, son primordialmente ciudadanos y como tal deberán insertarse en ese amplio movimiento social de recuperación cultural; desde su quehacer cotidiano y más allá de su postura político partidaria, desarrollará sus aptitudes siempre pensando que será reconocido y apreciado por grandes mayorías.
Hace un par de años redacté un manifiesto que titulé “Poesía ciudadana”. (Casi en soledad y lo lamento y me arrepiento por no haberlo trabajado con más fuerza. O tal vez no haya sido el momento oportuno, quién sabe. Lo cierto es que conté con el apoyo de tres o cuatro amigos y ahí quedó) La propuesta era, en ese momento casi como una revelación para mí, harto de ver cómo los poetas escribíamos para otros poetas y el pueblo nos miraba desde afuera, con “la ñata contra el vidrio”. La idea no era para nada novedosa, pero repito, me resultaba entusiasta y reconfortante. Nada complicado y con posibilidades de realización.
Decía:” ¿…la poesía debería ser necesariamente `popular´? ¿Y por qué no? ¿Sería una vana utopía pensarlo así en estos tiempos? Quién sabe. Cuando no hay épica ni mística ni sueños compartidos parecería puro voluntarismo. Pero valdría la pena intentarlo, ¿no les parece? Necesitamos más y mejores lectores. El asunto sería cómo atraerlos. Cuál debería ser el camino. Como apreciarán-lo saben también por experiencia propia-la cosa es nada sencilla. Pero estoy convencido de que mucho depende de nosotros, de nuestro compromiso artístico, estético y ciudadano”. (Rubén Liggera, “Poesía ciudadana”, en www.poucet-miraquienhabla.blogspot.com)
Tal vez y por las dudas, convenga ahora aclarar que “popular” no significa un arte de menor calidad estética. Muy por el contrario, es concebir a lo “popular” como perteneciente o propio del pueblo, lo que exprese su sentir, sus sueños, sus derrotas y utopías. Que en definitiva son las de todos los mortales, de acá o de allá, que por el hecho de ser tales no necesita otro requisito más que estar vivos (¡Ay, don Manrique!)
Lo cierto, por suerte, es que este sentimiento ya no es individual sino que se aprecia como colectivo, como una necesidad comunitaria. Desde distintas vertientes estamos convergiendo en una misma senda.
“Tecnópolis”, la ciudad tecnológica, pone a consideración de la ciudadanía la recuperación de una herramienta fundamental como es la tecnología al servicio del desarrollo económico nacional. El barco insignia que marca el rumbo hacia esa nueva sociedad que todos anhelamos.
Pero, nunca satisfechos, vamos por más. Vamos por la completud de la vida.
Recientemente, Miguel Rep publicó en Página/12 una serie de viñetas tituladas precisamente “Artepolis”. Dice textualmente:”Sra. Presidenta: queremos un ARTEPOLIS”; unas banderitas amplían la idea:”Arte argentino”,”Vida de artistas”, “Expos”, “Artes populares”, “Arte y tecnología”, “Museos permanentes”, “Pinturas”, “Bienal”, “Arte latinoamericano”, “Esculturas”, “Historia del arte”, y finaliza con “Arte para todos”. Firman”Rep y sus amigos artistas”.
Publicada en su blog, tuvo en tres días ¡1240 seguidores!; en el face tiene gran cantidad de adhesiones (ver el despliegue completo de la idea en www.miguelrep.blogspot.com o pispear su muro en Facebook)
Arte y tecnología, aunque no parezca, van de la mano y las paredes de Altamira se multiplican exponencialmente en este nuevo siglo.
Lo cierto es que Miguel Rep, dibujante reconocido y admirado, resultó ser de pronto, con su predicamento y alta exposición, la figura que supo expresar en el justo momento lo que muchos deseábamos: una polis o ciudad capaz en contener en su seno a diversas expresiones artísticas.
La actividad privada será siempre bienvenida, pero en esta etapa de alegría, de grandes expectativas populares, de ebullición cultural, la acción del Estado resultará indelegable. Para promover, fomentar, cobijar, difundir, en fin, mimar, al arte y a la cultura del pueblo argentino. Es una vieja deuda que tenemos que saldar. Manos a la obra. ¡Y que florezcan miles de Artepolis en cada rincón de la patria!
Nuestra ciudad se lo merece.
Nosotros, agradecidos.